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http://www.espacioblog.com/elguionistahastiado/post/2008/06/21/somos-tontos-somos-feos-somos-malosCuando se habla de la ficción televisiva de éste nuestro país (o países) es habitual escuchar, discutir y pregonar una máxima contumaz y panegírica:las series extranjeras (especialmente las americanas y británicas) son mucho mejores que las españolas, tanto en lo referido a calidad técnica como narrativa.
Podemos porfiar obstinadamente acerca de tan repetida máxima, y argumentar hasta el infinito sobre qué significa que una serie sea mejor que otra (¿es una cuestión de gustos? ¿De engranaje discursivo? ¿De acierto en el acercamiento al alma humana? ¿De audiencias?). Pero he de confesar mi férrea disposición a admitir lo mucho que hay de cierto en tanta proclama laudatoria para con lo de fuera y crítica con lo de dentro. Yo también pienso que es cierto: en general, no sabemos hacerlo igual de bien.
Otra cosa son ya los motivos de este desencuentro en los resultados, un aspecto que pocos se detienen a considerar con calma, con lo cual, claro, mal vamos si queremos mejorar. Normalmente, atribulados por ese afán condenatorio tan nuestro, espectadores y críticos tienden a buscar explicaciones del tipo...
- Los guionistas de este país son todos tontos y malos.
- Sus madres bebieron mucho durante el embarazo.
- La televisión es un reducto de fracasados que no consiguieron hacer cine.
- Los profesionales de la tele son impostores advenedizos que sólo buscan ganar mucho dinero sin interés ni tiempo para dedicarle esfuerzo a la consecución de los talentos.
- En España nadie sabe escribir.
- En España nadie sabe rodar.
- La televisión española está llena de rojos y jipis que no quieren trabajar (como el cine).
- El humor español, tan castizo y panderetero, no tiene la elegancia, la finura y el intríngulis de la comedia anglosajona.
- Los policías, médicos, bomberos, abogados... españoles son gordos, bajitos y bigotudos, no tienen la prestancia, el aplomo, la belleza ni la credibilidad de los americanos.
- No me dan una oportunidad a mí, que lo haría mucho mejor, seguro.
Aunque todas estas aceradas explicaciones no dejan de tener su parte de verdad, hemos de reconocer que son fruto más de la exageración, el encono y las envidillas que de un análisis medido y calmado del asunto. A mí, que todo esto me interesa como al primero, se me antojan algunas causas un poco más plausibles y moderadas, que ustedes seguro que ya conocen. Más que nada, es por ponerlo ordenadito y pasado a limpio:
1- Factores económicos
Los más importantes, los más definitivos. EEUU cuenta con una audiencia potencial muchísimo mayor que la nuestra, no sólo porque tienen más de 300 millones de habitantes, sino porque exportan muchos de sus productos a todo el mundo, cosa que nosotros, a pesar de tener uno de los idiomas más hablados en el planeta, todavía no acertamos a hacer, aunque en camino estamos.
Así, un capítulo de una serie americana cuenta con un presupuesto diez veces mayor que una española, lo que se traduce en la posibilidad de rodar en cine, de contar con los mejores profesionales -guionistas, actores, directores, técnicos- de poder doblar unidades, de rodar exteriores, y, sobre todo, de ganar tiempo para escribir, para rodar, para pensar... (porque sí, también en televisión hay que pensar).
2- Factores históricos
Los anglosajones tienen a sus espaldas sesenta años de televisión comercial y competitiva. Los españoles, quince. Nuestra televisión está en pañales y todavía vamos buscando el camino a seguir. "Médico de Familia", "Verano azul" o "Farmacia de guardia", aun resultando productos exitosos y rentables, no eran sino los primeros pasos de un bebé que echa a andar a trompicones y que recibe los aplausos de los papás orgullosos, sin apenas competencia a la que enfrentarse.
En España la generación actual de profesionales de la televisión estamos huérfanos de maestros. Aquí no tenemos a nadie que haya hecho "Frasier" ni "MASH" ni "Luz de Luna" ni "Mary Tyler Moore" ni "Policías de NY". Los cuatro gatos que hacían televisión hace veinte años no fueron suficientes para crear plataformas de aprendizaje de las nuevas generaciones. Apenas hay escuelas solventes donde aprender, no hay profesionales curtidos dedicados a la docencia, ni productos sobresalientes en los que fijarse. Aquí se aprende a base de ostias, de prueba y error, de malas copias de lo de fuera y de lo de dentro... Poco a poco la situación se normaliza, y cada vez es más frecuente encontrarse a cuarentones, o incluso cincuentones, que han dedicado su vida a la televisión. Pero muchos de ellos han sido empozoñados por el aguijón del cinismo, que les ha educado en la creencia de que calidad y éxito, en nuestra televisión, casi nunca van de la mano.
La interpretación en sitcom, por ejemplo, exige unos conocimientos y un dominio de la comedia que requiere de preparación, de aprendizaje y de un dominio de ciertos recursos que se aprenden con la experiencia y el tiempo, tanto a la hora de interpretar como de dirigir actores. En EEUU el último de los personajes secundarios de un capítulo tiene un bagaje práctico y teórico que aquí la mayoría de los protagonistas ni siquiera se huele, por no hablar de los directores. El proceso de toma de decisiones de cásting se mueve más -como muchos directores de cásting admiten- por impulsos, por justificaciones estéticas y por amiguismo que por un auténtico filtro relacionado con la calidad de la interpretación.
3- Factores empresariales
Estos factores económicos e históricos han conformado una industria televisiva ecléctica, caótica, desorganizada, en la que muchos de los procesos creativos y de toma de decisiones están en manos de ejecutivos que aterrizan en la televisión como podían haber aterrizado en el departamento de embutidos ahumados de Campofrío. Las estructuras jerárquicas se construyen a base de compadreo, curriculismo oportunista y cubateo, porque todavía faltan criterios consistentes para juzgar quién es "bueno" en su trabajo, quién sabe escribir, quién tiene buenas ideas, quién está capacitado para tomar decisiones creativas o para liderar un proyecto.
La pobre e inconexa estructura empresarial del medio crea sinergias destructivas, en las que las productoras (muchas y endebles) se pliegan a las cadenas (pocas y poderosas) a la hora de crear, presentar y desarrollar proyectos. Se considera que el verdadero éxito de una productora es vender una serie, no tanto que ésta llegue a convertirse en un éxito -porque esto se considera más una cuestión de suerte que de talento-. Se quiere recaudar cuanto antes (las cadenas pagan a las productoras a medida que éstas entregan los capítulos grabados) y por lo tanto, los proyectos ya vendidos se crean con prisas, sin paciencia, dedicándole dos meses a un proceso -el de elaboración de la Biblia, creación de personajes, elaboración del cásting y escritura de los primeros capítulos- que debería contar al menos con diez.
4- Factores de programación
Hasta hace muy poco tiempo, en nuestro país tres grandes televisiones se repartían el pastel publicitario. Eso implicaba una tendencia a buscar productos muy generalistas, pensados para todos los públicos. Una serie tenía que gustar a jóvenes, abuelos, niños, pobres, ricos, listos y tontos, porque un producto que no obtuviera, al menos, un 25% de share, era un fracaso. Eso ha homogeneizado la ficción convirtiéndola en un contenedor de distintas sensibilidades, en el que no había lugar para la originalidad, la audacia o la novedad.
Esa tendencia cambió un poco con la aparición de "Cuatro" y "La Sexta", aunque todavía vivimos más anclados en el pasado que en el futuro (ambas cadenas, que nacieron con propósitos de "renovar la televisión española", han terminado cayendo indefectiblemente en la repetición de lo ya visto). Hasta que la TDT no entre de verdad en nuestras casas -en lugar de ser, como hasta ahora, una cuchufleta de refritos y reposiciones-, no asistiremos a un verdadero cambio en el medio.
El hecho de que España tenga un "Prime Time" más dilatado que el americano, ha impelido a las cadenas en los últimos años a demandar series de hasta 80 minutos, lo que, si bien resulta cómodo para programar, provoca una inevitable y nada abstracta merma en la calidad de los productos. Y lo malo es que las productoras, pobrecitas ellas tan desvalidas, transigen.
En EEUU la televisión por cable ha superado ya a las grandes networks. La cadena HBO ha liderado un proceso de evolución hacia productos más específicos y arriesgados que han llevado a la televisión a cotas de calidad que hace años parecían irreconciliables con el medio. En España el cable todavía no cuenta con suficientes espectadores como para poder permitirse crear ficción, por lo que la televisión generalista sigue siendo la única opción válida para quienes quieran crear ficción televisiva.
5- Factores de credibilidad
En España la televisión todavía tiene muy mala prensa -lo que, hasta cierto punto, resulta lógico-. Escritores, guionistas, realizadores y, sobre todo, los actores siguen considerándola un lugar que sirve exclusivamente para ganar dinero, lo que hace que muchos de estos profesionales no se acerquen al medio, o lo hagan con una actitud meramente alimenticia. El prestigio y la motivación creativa siguen estando en el teatro y el cine (a pesar de sus exiguos resultados económicos), porque se considera que la televisión no puede tener calidad, no puede crear nada de lo que uno pueda enorgullecerse.
Esta visión algo simplista es consecuencia, en parte, de lo complicado y lo desorganizado del proceso creativo en la televisión, y de su ineludible sistema de trabajo en equipo, que no permite "personalismos creativos". Además, los proyectos arriesgados o que intentan apostar por la calidad se estrellan una y otra vez frente a producciones más chabacanas que triunfan con facilidad -"Matrimoniadas"-, no tanto porque no interesen los productos más "pensados", sino porque realmente no hay infraestructuras creativas adecuadas, plataformas de emisión a pequeña escala rentables, ni una base de profesionales capaces de acertar con estrategias más novedosas. Así, el derrotismo cínico se acaba colando en el ánimo de los profesionales del medio, que a menudo acaban por abandonar sus sueños creativos. Cuanto más tiempo llevan trabajando en el medio, más fácil es que se rindan, lo que significa que la gente con más experiencia, que suele ser la que retiene los puestos de mayor responsabilidad y la que toma las principales decisiones, no tiene ya ninguna gana de apostar.
6- Factores de percepción
Es cierto que las mejores series que se hacen ahora mismo se hacen en EEUU. Es cierto - o eso creo yo- que las mejores producciones españolas están a años luz de las mejores americanas. Pero también es verdad que la televisión americana es responsable de muchos de los productos más zafios, horteras y pésimos que existen. Lo que pasa es que no nos llegan. Por cada serie de éxito americana que podemos comprar en la FNAC se han creado trescientas que no trascendieron, porque no triunfaron, porque no acertaron, porque, directamente, eran muy malas.
Sin embargo, la ficción televisiva española, a pesar de todas las dificultades con las que cuenta, consigue enganchar semana tras semana a millones de espectadores por medio de historias cercanas y costumbristas. Podemos discutir la calidad de los guiones, de la puesta en escena, de la realización y de la interpretación, pero eso no significa que no haya talento, que no haya aciertos, que no haya ganas. Los españoles, cainitas como los que más, somos por naturaleza y tradición destructivos con el éxito del vecino. Siempre nos resulta más fácil pensar que el que triunfa lo hace por pura suerte, porque se ha follado a alguien, o porque la vida se lo ha dado todo hecho. Quizá nos vendría bien intentar que los juicios de valor sobre nuestros productos hicieran hincapié también en los aspectos positivos y los aciertos que han sobrevivido a tantas dificultades y barreras, en vez de llenarnos las bocas de bilis hablando sólo de los errores, las cosas hechas con prisa y las meteduras de pata recurrentes.